Se cree que en tiempos del Gobierno de don Luis Muñoz de Guzmán a
principios del siglo diecinueve periodo colonial 1802 – 1808, se aprobó el
proyecto de colocar en el frontispicio del Palacio de la Moneda, un escudo que
representara a las Armas Españolas.
El Superintendente de la Casa de Moneda, don José Santiago Portales,
hizo venir desde San Felipe, al artista y escultor, don Ignacio de Andía y
Varela, con el objeto de darle a conocer el referido proyecto de confeccionar
un escudo de piedra que representara a las armas españolas, rogándole hiciera
el modelo en dibujo para remitirlo a España, incluso muestras de piedras para
obtener la real aprobación.
Andía y Varela accedió a lo solicitado y presento el dibujo con todos
los detalles, el que fue enviado a España.
Tres años, nueve meses, de asiduo trabajo demando la elaboración del
enorme escudo, labrado en piedras extraídas de la cantera “La Contadora”.
Terminada la obra, Andía y Varela invitó al señor Portales a que fuera
a verla, quien se hizo acompañar de otros caballeros y la dio por aprobada. Se
nombro a los ingenieros españoles Felni y Antero, como peritos para evaluar el
trabajo quienes dijeron al escultor: “Tasamos su obra en doce mil pesos,
únicamente para que puedan pagársela; sin embargo el valor de ella, para
nosotros, es tanta plata como pesa”.
El señor Portales propuso al escultor, pagarle solo seis mil pesos,
pero el artista no acepto esa suma.
El señor Andía y Varela decepcionado, se traslado con su familia a la
provincia de Aconcagua, dejando su trabajo armado, tendido en el patio de su
casa de la calle de Huérfanos.
Llegada la Independencia, los hombres del pueblo, se entretenían arrojándole
piedras al escudo, mientras otros le retiraban los tallados que representaban
las balas, etc.
La revolución de la Independencia, había obtenido sus primeros triunfos
y como el escudo representaba a las armas españolas, peligraba en consecuencia la
obra.
El señor Juan Francisco Zegers que arrendó esa casa, al ver que manos
profanas destrozaban esa valiosa obra de arte, ordeno enterrarla en el patio.
Muchos años después, siendo Intendente de Santiago, don Benjamín Vicuña
Mackenna, entusiasta precursor de las bellas artes, al tener noticias de que
ese escudo se encontraba sepultado más de 50 años, obtuvo de los deudos del
escultor: señores Manuel Varela y Francisco Javier Mandiola, la donación de
esta valiosa obra de arte, y fue así como el 13 de Junio de 1872, ordeno el
Intendente desenterrarla y efectuadas las reparaciones necesarias encomendadas
al experimentado tallador don Andrés Steimbuk, fue exhibida en la Exposición
Nacional de Artes e Industrias que se llevo a efecto en Septiembre de aquel
año, con motivo de la inauguración del Mercado de Abasto (Mercado Central).
Clausurada la Exposición, Vicuña Mackenna, hizo colocar el escudo en el
Cerro Santa Lucia, en el arquitrabe (*) de la portada que da acceso a la plazuela
de dicho cerro, sitio donde se encuentra a la fecha.
Para dar algunas ideas de su valor, se extraen de las Memorias escritas
por el Capitán de Artillería, don Ambrosio Letelier, quien con acopio de
detalles, dice lo siguiente sobre la obra indicada:
“Este verdadero monumento de arte, tallado en piedra de cantería, es
debido al cincel del célebre escultor chileno don Ignacio de Andía y Varela”.
Más adelante agrega el señor Letelier, refiriéndose a los detalles del
escudo:
“Las formas bien terminada, los contornos bien delineados, los perfiles
acentuados vigorosamente; la artística proporción del conjunto y los detalles,
todo ese grupo de piedra está demostrando al primer golpe de vista, la grandeza
de genio que impulsaba aquel cincel admirablemente manejado.
La corona real de España, está perfectamente bien modelada, con sus
diamantes y sus joyas en relieve; como el mundo que la espera, y sobre este
mundo, la cruz de Cristo, símbolo de las leyes católicas.
Los dos leones que soportan esta corona, parecen estar vivos, y se
imponen por su actitud fiera y majestuosa; por sus ojos abiertos, sus dientes y
garras amenazadoras, su melena encrespada, sus nervudos brazos y vigorosas
patas traseras que, al impulso de la cólera, descubren los robustos tendones de
su fuerte musculatura.
Los trofeos de armas y banderas, que sirven de pedestal y de adorno al
grupo, acaban de completar la verdad y maestría del cuadro. Las bocas de los
cañones, que asoman por debajo, las pilas de balas, las cajas de guerra con sus
tirantes cruzados, los trofeos de fusiles, lanzas y sables, los pabellones de
banderas, con sus pliegues de banderas también ondulados, los cascos y corzas;
las armaduras de hierro de los antiguos caballeros, todo está modelado,
delineado y ordenado con tal arte y gracia y precisión, cada objeto tan
acabado, hasta en sus menores detalles, que verdaderamente al contemplarlo y
estudiarlo la imaginación no alcanza a comprender, como es que haya existido un
hombre que tuviera talento con creces y la paciencia para llevar a término una
obra semejante”.
Es interesante conocer un poco mas de este escultor, don Ignacio de
Andía y Varela.
Este señor, nació en Santiago, el 2 de febrero de 1757, en la calle
Catedral, en la casa llamada “El Consulado”, donde se encontraba el antiguo
Congreso Nacional.
El señor Andía y Varela, fue el primer artista nacional que plasmo en
sus pinturas a los mapuches a fines del siglo dieciocho, pintando su cuadro a
la acuarela, titulado “Parlamento de Lonquino”, en un viaje que efectuó al sur,
con el Gobernador, Barón y Márquez de Osorno, don Ambrosio O´Higgins. Este
viaje también lo aprovechó el señor de Andía y Varela para traerse una hermosa
colección de maderas de esas selvas vírgenes, que después las colecciono en un
catalogo y conservándolas cuidadosamente.
Es autor de los dibujos para construir un monumento a la Independencia,
que los patriotas intentaron realizar aun en los tiempos en que gobernaba don
Ambrosio O´Higgins.
Son obras también de este escultor, las dos pilastras de piedra de la
escala del segundo patio de la Casa de Moneda, en que esta clavada la reja de
fierro. La parte inferior representa unas piernas de hombre con calzón corto,
medias largas, antiguas sayuelas (camisa) y zapatos con hebillas, siendo lo
demás de la parte superior de la obra, una especie de chapitel o perilla
tallada con mucho gusto y que terminaba en una hermosa piña.
Se supone que la parte de piedra de los pilones de este patio, fueron
hechos también por este escultor, dedicando uno de los pilones al señor Muñoz
de Guzmán, en el que se ve un pequeño escudo español bastante bien ejecutado.
El otro fue dedicado al señor Portales; no hay duda que esos pilones fueron
confeccionados a fines del siglo dieciocho y sin costo alguno.
El Escudo Nacional, ese primer emblema que tuvieron los patriotas, fue
a su vez obra del señor Andía y Varela y que tallado en madera se coloco en la
puerta principal del Palacio de la Moneda, para celebrar el aniversario de la
Primera Junta de Gobierno, festejo que Carrera aplazo hasta el 30 de
Septiembre.
Es así mismo autor de un hermoso cuadro al oleo denominado “Alegoría de
la Muerte” y el confeccionado para la obra de su pariente, el jesuita Manuel de Lacunza:
“La Venida del Mesías en Gloria y Majestad”.
Falleció el señor de Andía y Varela el 13 de Agosto de 1822, a los 65
años, siendo sus restos sepultados en la Iglesia de la Compañía que fue
reducida a cenizas el 8 de diciembre de 1863.
Referencias:
(*) Arquitrabe (en italiano: architrave), en la arquitectura clásica, es la
parte inferior del entablamento o conjunto de piezas que se apoyan directamente sobre las columnas.
Su función estructural es servir de dintel, para transmitir el peso de la
cubierta a las columnas.
Wikipedia.
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