Una nota aparecida en la Revista En Viaje en julio
de 1959 cuenta de una manera amena y casi poética, sobre las vendedoras que se
instalaban en las estaciones ofreciendo sus productos a los pasajeros de los
trenes. Aquí reproducimos esta información de época.
Suele ser la tarde cerrada. El paisaje de los
campos y la propia visión de los pequeños pueblos van perdiendo mercado entre
las miradas de los viajeros, unos con relegada pesantez de picantes causeos, de
vinos y cervezas, y otros sumidos en serias meditaciones. Pero siempre existe
gente amiga de la charla en estos diurnos y nocturnos viajes de los trenes
chilenos. De repente, en quizás que estación dominada por el crepúsculo y con
heridas de silbatos y ruidos de carros que se desvían o se unen para una común
marcha, suben unos huasos de sonoras risas, triunfales, enarbolando pollos o
presas de pollo, empanadas, perniles, longanizas, tortillas al rescoldo.
Despiertan los viajeros vencidos por el sueño.
¡Huasos debían de ser!
Pronto, sin embargo, esta singular huasería
conquista muchas voluntades en el pasaje de tercera, escuchando sus ladinos y
picaros comentarios, o de estallante euforia por fiestas, vendimias y carreras
a la chilena.
El tren va a llegar a Curicó…pero antes, mucho
antes, no pocos viajeros probaron las jugosas empanadas de horno de Llanquihue,
admirando las bellezas de las venteras junto con elogiar su reconocida maestría
culinaria.
Estación de Curicó |
Más acá, cerca de la ciudad de Valdivia, en
Antilhue, otras venteras morenas, han
ofrecido huevos cocidos de contundente sabor y apetitosas patas de vacuno
navegadas en pebre o ensaladas de betarraga y zanahoria. Allí mismo rosadas y
amarillas manzanas junto con cesto rojos de copihues son ofrecidos por
jovencitas.
Tiene su nostalgia los trenes en la noche. Atrás el
recuerdo de las simpáticas y esforzadas venteras de la mañana y la tarde. El
silbato mismo del tren es otro, no desafiante y dominante como en el día.
-Sustancia de Chillán, a la rica sustancia…
Hasta el garzón ferroviario, rotundo y convincente
ofreciendo el oloroso almuerzo, ahora anuncia la tradicional sustancia y las
tortas de Curicó con una voz lenta, pareciendo despreocupado de su propia
venta.
-El último cancionero con las más modernas
canciones!
Aquí no faltan las mozas y los mozos de ingenua
expresión que, antes de adquirirlo, indagan si vienen tangos de Gardel,
canciones de Gatica, cuecas y tonadas.
-¡Viene de todo, señorita linda!
Conoce bien a su clientela el vendedor de
canciones. Por eso es rápido en sus procedimientos, suelto de cuerpo, halagador
y enamoradizo.
HACIA EL NORTE
Soles despiadados enceguecen la visión del pétreo
paisaje. Los trenes no avanzan con la celeridad sureña por su trocha angosta y
luego el pasajero resuelve refrescarse en los toldos de las venteras con aguas
gaseosas, frutas y otros jugos característicos de cada zona.
En Antofagasta y Arica se divisan venteras bolivianas.
Venden cazuela y cocimientos a la usanza de su país, masas fritas, piedras
imanes y curioso trabajos de artesanía.
Pero no todo el norte es mundo de vegetación,
áspero y flagelante de sol. Hay valles, hay oasis en las proximidades de las
ciudad y los puertos con una producción frutal y agraria realmente asombrosa.
Muchos turistas se dirigen exclusivamente hacia esos
reductos para saborear pasteles de choclo, tomates, asados de llamas o de
guanacos, rotundas y espesas cazuelas de gallinas y pájaros.
Y también están las propias ciudades y pueblos,
donde la viticultura y la ganadería, tiene bien cimentada fama, tales como La
Serena, Elqui, Vicuña, Coquimbo y otras.
Precios Venta de Alimentos
En esa época era normal la venta de bebidas,
cervezas, como también desayuno y almuerzo a bordo de los trenes de los
Ferrocarriles del Estado. Estos eran ofrecidos por vendedores que recorrían
todo el tren desde primera a tercera clase. El desayuno o almuerzo era voceado
por los carros anotando a las personas que solicitaban estos servicios.
Posteriormente les entregaban en su asiento los platos solicitados. La segunda
y tercera clase casi nunca asistía a los coches comedores, tomando sus
alimentos en el mismo lugar donde iban sentados.
Esta venta era constante durante todo el viaje. En
algún momento sandwichs en otra bebidas, revistas, diarios, etc.
Los valores tenían una variación si el tren viajaba
por la Red Norte o Red Sur del país.